El juicio de la historia
Los mexicanos somos hijos del maiz, desde que el dios Cintéotl lo hizo nacer de si mismo.
Eso todos lo sabemos, pero en lo que no habíamos reparado es que los norteamericanos han comido tantas palomitas o rosetas de maíz que se ya se hermanaron con nosotros.
Lo dijo la escritora de Laura Esquivel, y aparte de las risas que despertó nos hizo reflexionar en como la Vida misma termina por relacionarnos a todos en una igualdad sin fin.
En la frontera siempre se dio una convivencia pacífica y amable entre los dos pueblos, y aún ahora, en que hay que traer visa para entrar a Estados Unidos, la gente vive, trabaja o estudia a ambos lados de la línea divisoria.
Hay diferencias en cuanto a color de piel, cultura, economía, pero la gente ha aprendido a priorizar las coincidencias, aunque, como diría Laura Esquivel, comamos el maíz con diferente presentación.
Siempre hay voces discordantes e incluso agresivas, pero al final siempre serán más los buenos que los malos, sólo que éstos hacen más ruido.
Cómo sucede ahora, que no solamente griten más, sino que los avalan votantes que creyeron en ellos, en sus doctrinas, que no son más que discursos que ocultan las verdaderas intenciones de pasar a la historia como grandes reformadores.
Y si, seguramente la historia los juzgará, aunque no creo que sea muy amablemente.