La gran farsa

Por Francisco Zúñiga Esquivel

La gran pregunta que tenemos ahora es si la reforma judicial incluye reducir los tiempos de impartición de justicia, porque el principal problema que se tiene es la tardanza de los juzgadores para dar una resolución para castigar a un culpable o indemnizar a una víctima.
No queda claro si esto va incluido. Por eso la mayoría de los mexicanos vio innecesario ir a las urnas a votar por gente que no conocía.
Juan Pérez no fue a votar, aunque le hubiera gustado. No puede porque está condenado a una inmovilidad total desde hace 5 años, cuando un conductor irresponsable lo atropelló y le causó invalidez total.
Acudió a todas las citas, aunque eso le costaba bastante caro, primero por el dolor y, segundo, porque tenía que pagar taxi y su esposa perder un día de trabajo cada vez que solicitaban su presencia en el Ministerio Público o en el juzgado.
El culpable nunca acudió y a pesar de las pruebas fehacientes de su responsabilidad, nunca se les sentenció, hasta que Juan Pérez se cansó de esa justicia, y se resignó hacer una víctima más del sistema.
Aunque dudé en ir a votar, finalmente lo hice porque de otra manera no podría estar escribiendo esto.
Me pareció ridículo el proceso.
Un montón de boletas donde tenía que señalar cuatro candidatos hombres y cuatro candidatas mujeres, para esa equidad de género que tampoco garantiza nada.
Como no soy abogado no encontré ningún nombre conocido, así que voté al azar.
Y como Juan Pérez, me resignaré a que finalmente el poder judicial esté formado por gente afín al sistema, o en el peor de los casos, por abogados patrocinados por el crimen organizado, que seguramente tuvo más recursos que los gobernadores y los partidos para mover las referencias en el sentido que ellos quisieran.
Ojalá la reforma judicial llegue a las víctimas y no se quede en una mera farsa electoral, producto del capricho mesiánico de una mente enferma de poder.