Con madres de desaparecidos
Por: José Manuel Guerrero Noyola
Amigos, dentro de mi servicio pastoral, hay muchas cosas que me duelen; pero la que más lastima mi alma sacerdotal, es el dolor de las Madres de los desaparecidos en México.
Pienso que ellas son Héroes de la nación, porque las he visto con rústicas herramientas escarbar la tierra buscando a sus hijos, amigos y familiares.
Recuerdo que un viernes de cuaresma, anterior al domingo de ramos, de años atrás, las acompañe a orar a un campo qué había sido de exterminio, allá por unos cerros de García Nuevo León, ese día también éramos acompañados por el sacerdote Alejandro Solalinde. Era un lugar horroroso donde se habían cometido los peores crímenes, y al estar ahí queriendo poner una cruz de fierro, encontramos huesos humanos quemados. Se suponía que las autoridades ya habían limpiado el lugar, pero seguramente no lo habían hecho bien, por eso, encontramos esos huesos, con la obvia reacción de esas valientes mujeres, porque alguno de esos huesos podría ser de alguno de sus hijos.
En otra ocasión, célebre con ellas la Eucaristía, en otro campo de exterminio del norte de Nuevo León, en el municipio de Salinas Victoria, donde fueron encontrados más de 200 mil fragmentos de restos humanos. El dolor, pero también la esperanza impregnaba el rancio ambiente, y ahí oramos y nos abrazamos con JESUS en el altar y en sus corazones.
Me duele que mi Iglesia, no se haya todavía comprometido del todo con estas Madres buscadoras; por ejemplo, en Jalisco donde recientemente se encontró un campo de exterminio, la arquidiócesis de ese estado se quejo en un comunicado de los daños a la catedral por las feministas, pero ninguno ha publicado para dar esperanza a las familias que sufren por la ausencia de sus hijos.
Tal vez, seguimos viviendo el tiempo litúrgico de la cuaresma haciendo ayunos y absteniéndonos de carne, pero poco hacemos por seguir a JESUS, comprometiéndonos en el acompañamiento hacia estas realidades que nos interpelan.
Soy el Padre Guerrero y esta es mi humilde opinión