Lo indefendible
Por Francisco Zúñiga Esquivel
Hay cosas que son indefendibles. Vale más callar que hacer el ridículo y perder toda la credibilidad moral al intentar justificar lo injustificable.
Conocer la declaraciones de la diputada local de Morena en Tamaulipas, Eva Araceli Reyes González, donde dice que es normal la existencia afirmar que la existencia de fosas clandestinas en la entidad por ser una ruta del crimen organizado, nos pone a pensar de donde sacan a los integrantes del gremio político.
Podrá ser común, y ya es muy lamentable, pero la sociedad nunca aceptaremos que esto sea normal. Cómo tampoco lo es la inseguridad, los grupos armados, el crimen organizado que cobra cuotas, Es más, no debe ni siquiera ser normal tener en cualquier congreso gente tan obtusa, tan comprometida con su partido y no con los votantes. Desgraciadamente también es común
Tampoco es normal que el Gobierno Federal calle y se lave las manos, y desate a toda una jauría de defensores de lo indefendible.
Es imposible creerle al fiscal, Alejandro Gertz Manero, quien niega que el Rancho Izaguirre, en Teuchitlán, Jalisco, haya sido un campo de exterminio, ni que se lave las manos y culpe al Gobierno Local de no darse cuenta. Como si las fuerzas federales no anduvieran por todo el país, precisamente investigando y combatiendo esta clase de delitos.
Supongo que este caso viene a empañar el mundo perfecto que nos dejó Andrés Manuel López Obrador, y sus adeptos no pueden dejar que nada empañe la imagen de su mesías, pero ante la incapacidad de tener otros datos, optan por hacer lo que el Avestruz: Esconder la cabeza en la tierra, y así, lo que no ve, no existe.
La verdad no peca, pero incomoda. Los mexicanos necesitamos funcionarios que nos hablen con la verdad, porque es el primer indicio de que se aplicarán a limpiar toda la podredumbre que existe en nuestro sistema, y que ningún decreto ha podido limpiar.
Las madres de los desaparecidos, en todos lados, han hecho una labor titánica. Han emprendido su propia guerra armadas sólo con su dolor, su desesperación, el amor por sus hijos. Las han vejado, no las han escuchado, algunas han caído víctimas de las balas del crimen organizado, porque ellas no traen más protección que la oración que hacen a diario para pedirle a Dios hallar a su ser querido desaparecido, para que termine esa incertidumbre de saber dónde está.
No es justo que las ignoren. No queremos que se repita la historia de Marisela Escobedo y sus tres muertes.
Es tiempo de aceptar que tenemos cientos de miles de desaparecidos, y hacer lo imposible por encontrarlos.
¿Qué no se puede? También es imposible defender lo indefendible. Y lo hacen.